Gloria Rivas Muriel
Este hermoso
poemario, Palabras de mar a mar 2,
es el resultado de un esfuerzo poético de tres mujeres comprometidas. La
conjunción de la obra lírica de tres escritoras que, a pesar de la distancia,
el Atlántico es ancho y la selva espesa, han conseguido el sueño de ver
publicado su trabajo de compromiso, de amor, de tierra y del tiempo que
irremediablemente pasa.
Ilustrado con dibujos
de Perú, prologado con palabras de Ecuador, y bendecido con buenos deseos desde
España, esta trilogía poética aporta a la historia de la literatura una muestra
más del valor del lenguaje más universal.
Rita Vargas nos
ofrece sus versos organizados en el mismo orden que se ordena la vida: comienza
cantando, aunque sea con quejidos de quena dolorida, y termina lamentando las ausencias, esperando inevitablemente
los lunes por la tarde cuando, según
nos cuenta aquí, viene la muerte a casa y rugen
los volcanes con un fuego vivo. Entre renacer y morir, Rita Vargas, la
poeta de Ecuador que canta en el pajonal, defiende la decencia del
comportamiento humano y grita como puede en una selva llena de color, de viento
y de lluvia nutritiva.
A Carmen
Lezcano le interesan las palabras libres. Las quiere así para que sean
eficaces contra la injusticia y contra la docilidad servil que nos hace no solo
esclavos, también pobres. Palabras de gaviotas y de mujeres guerreras y sin medallas, los versos de
esta poeta peruana nos hablan de emigrantes, de una casa que pierde su
dirección y de una Tierra oronda que,
a pesar de todo, ofrece su generosidad. Emotivos son también los poemas que nos llevan a César Vallejo, el poeta del
humanismo, y luminoso el paseo por las callejas
y bulevares de la ciudad de París.
La española Manuela Serrano nos invita a un bello viaje lírico. Y aunque inicia
este camino ligera de equipaje, como
el poeta de Castilla, regresa fraternalmente americanizada para homenajear a sus compañeras. Sugerentes
versos en el desierto más lúcido de
su esperanza, en el penal de las presas sin malicia, o en el trayecto que va del inconformismo más
necesario al compromiso más serio. De Ítaca
a la selva de Irati no hay más que un
paso en libertad. El mismo que hay de su casa a la Fuente Dorada de Valladolid,
para acudir ligera, poeta de su pueblo, a decir que está indignada.
Y yo no tengo nada
más que contar. Ya se darán cuenta ustedes al leerlas, queridos lectores, que estas tres autoras comparten un
sentimiento común y una honrosa intención lírica: el amor a la vida y el deseo
de hacerla más amable. También el desvelo
por hacer de su poesía, una vez más, un arma
cargada de futuro. Leerán este poemario
más de una vez. Estoy segura.
Con mi admiración y
mi respeto hacia las tres.
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