lunes, 31 de marzo de 2014

En los cien años del nacimiento de Octavio Paz





Indalecio Ferrín


Hoy, 31 de marzo se cumplen cien años del nacimiento de Octavio Paz, el vasto intelectual y escritor mejicano. En homenaje y recuerdo tomo un párrafo de su atractivo libro El mono gramático:


"Las relaciones entre la retórica y la moral son inquietantes: es turbadora la facilidad con que el lenguaje se tuerce y no lo es menos que nuestro espíritu acepte tan dócilmente esos juegos perversos. Deberíamos someter el lenguaje a un régimen de pan y agua, si queremos que no se corrompa y nos corrompa. (Lo malo es que régimen-de-pan-y-agua es una expresión figurada como lo es la corrupción-del-lenguaje-y-sus-contagios.) Hay que destejer (otra metáfora) inclusive las frases más simples para averiguar qué es lo que encierran (más expresiones figuradas) y de qué y cómo están hechas (¿de qué está hecho el lenguaje? Y, sobre todo, ¿está hecho o es algo que perpetuamente se está haciendo?). Destejer el tejido verbal: la realidad aparecerá. (Dos metáforas) ¿La realidad será el reverso del tejido, el reverso de la metáfora—aquello que está del otro lado del lenguaje? (El lenguaje no tiene reverso ni cara ni lados.) Quizá la realidad también es una metáfora (¿de qué y/o de quién?) Quizá las cosas no son cosas sino palabras: metáforas, palabras de otras cosas. ¿Con quién y de qué hablan las cosas-palabras? (Esta página es un saco de palabras-cosas.) Tal vez, a la manera de las cosas que hablan con ellas mismas en su lenguaje de cosas, el lenguaje no habla de las cosas ni del mundo: habla de sí mismo y consigo mismo." 




Habría que destejer el tejido del lenguaje, como propone Octavio Paz; el lenguaje se abstrae de las cosas, cuando quiere darnos a entender que las posee; cuando ha decidido que nombremos los fenómenos, los objetos, las situaciones, las relaciones…Resulta que el lenguaje se evade; abandona su eclosión metafórica para reencontrarse en un entente espacio-tiempo que se nos escapa. El lenguaje ha adquirido carta de naturaleza independiente pero, ¿cómo puede vivir si no es para justificar nuestros actos y cuanto existe en nuestro entorno? El lenguaje se nos presta, él mismo se pone a nuestro servicio, sin sacrificio alguno por su parte, pero sí para nuestros rituales más íntimos. Llegamos a emocionarnos con palabras, a amar utilizándolas afectivamente, a odiar empuñando epítetos de desprecio, a sentir dolor poniéndole nombres y conjurándolo. No sé hasta qué punto muchos acontecimientos de la vida y de la naturaleza que hemos capturado los humanos serían lo mismo sin el lenguaje. Tal vez al recurrir a ese mundo donde la metáfora campa a sus anchas logramos relativizar el nuestro, unas veces sublimando los sucesos, otros reduciéndolos. El problema reside en que llega un momento en que estamos en una tierra de nadie, en una delgada línea donde no distinguimos qué hay de posesión o de carencia de realidad, y no captamos con claridad si el lenguaje oscurece y traduce los acontecimientos a lo que no son o si nos permiten recibir la luz. Particularmente soy un relativo pesimista; del lenguaje se ha hecho ritual en lugar de reconocerlo como honesta herramienta de construcción (o de demolición) Y los rituales expresan normalización por la que la vida individual y colectiva se tambalea, disolviendo su contenido creativo emocional y subversivo. Destejer el lenguaje, sí, pero sobre todo descubrir las intenciones de los hombres, vaciarlas de las falsedades, obligarnos a eliminar lo enmascarado, donde el lenguaje juega muchas veces un papel de rendición fundamental, pero no es el único, porque ¿hay vida más allá o más acá del animalario metafórico que enmaraña los caminos?




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