Mañana Jueves 5, a las 20,30, estarán en nuestra librería los poetas sorianos Fermín Herrero y Bernardo Santos. Presentarán sus libros Furtivo de los días y Global y roto, respectivamente. Ambos han sido editados por Amargord Ediciones.
Dice Giménez con G del libro de Fermín en la página de Amargord: "Caminamos entre soledades. Pero Fermín Herrero nos ofrece la soledad elegida del paraje abierto, la desolación de la nieve, el frío que nos pasma los músculos y nos aletarga el cuerpo para activar un viejo modo de conciencia, un modo de pensar y de mirar sosegado, zen norteño, castellano, tesoro de la despoblación. Un autor que rinde culto a la intemperie, hombre de campo nacido y convencido, poeta en la ciudad pero no de ciudad. Y su apego a la tierra le hace saber algo que muchos no sabemos, algo de ciclos, de mies y grano, de savia; y también de espera. Herrero espera y cae la nieve: la ve posarse, compactarse, cubrirlo todo, a su tiempo. Pero la nieve que limpia el campo y la sesera, ¿es acaso la misma que ensucia las ciudades? En la ciudad todo lleva y marca el mismo ritmo industrial, todo suena a dinero. Un cielo corto nos hace olvidar que una vez dependimos del devenir del clima y nos regían los designios de la naturaleza. Recuerdos de quien fuimos, de quien querríamos seguir siendo o tal vez no. Ahora es otra cosa. Ahora somos desperdicio, masa humana, plaga. Ya no nos queda tiempo, no tocamos a nada de tiempo por persona. Cuando el humano es un recurso, dice el poeta, el mal de la abundancia paraliza al hombre y embota al niño. La parálisis. No es lo mismo pararse que paralizarse. El poeta se para, espera paciente y aguanta la mirada: asiste al desfile de zombies porque sabe que el también es susceptible de vivir muriendo, un nosotros carcomido, combado por el peso y el paso del espacio (espacio, porque ya no hay tiempo). Vemos pasar la vida y somos nosotros en realidad los que pasamos, nos pasamos de fecha. Hay ciertas letanías que nos definen, alimentadas y engordadas por los años y que un buen día elegimos que fueran ya nosotros. No hacer de nada patria. Somos lo que callamos; repite Herrero estas cuantas notas, las memoriza, las exhala como un mantra."
Alberto García-Teresa en La república cultural sobre el poemario de Bernardo: "Se trata, pues, de una poesía de denuncia, que emplea un registro claro y discursivo. El autor vertebra los poemas mediante enumeraciones y recuentos. Se apoya en exceso en paralelismos y repeticiones, pues casi todas las piezas responden a una misma estructura, ya de por sí reiterativa.
De esta manera, Bernardo Santos construye una panorámica crítica de la realidad mundial. En ese aspecto, destaca cómo logra plasmar el recorrido global enlazando productores, consumidores y sus consecuencias dentro del mercado internacional. Deja constancia de las relaciones internacionales, del neocolonialismo, de la supeditación de los países del Tercer Mundo a los países enriquecidos; de que la riqueza de unos pocos se nutre de la miseria de millones. Así, incide en la desigualdad social, en la destrucción del medio ambiente, en la falta de escrúpulos y la avaricia de las empresas trasnacionales. Además, Bernardo Santos nombra; no tiene miedo a señalar en su denuncia a los responsables, y por eso figuran nombres propios como ejecutores de esas prácticas injustas.
Otro nutrido grupo de poemas gira alrededor de las personas migrantes. El escritor deja constancia continua de la interculturalidad, de cómo hemos integrado otras culturas y cómo nos han construido hasta manifestarse claramente en la cotidianeidad. A su vez, quiere remarcar las contradicciones de la ideología dominante, del racismo, y aboga por superarlo.
Finalmente, la obra, por contraposición, resulta un canto a la resistencia, a la movilización social, a la huelga general (explícitamente), que llenan de vida y de dignidad a un nosotros alienado. Se presenta, en suma, como una exaltación de la lucha colectiva, de la fraternidad en su tránsito hacia la conquista de la justicia social."
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