lunes, 20 de enero de 2014

Los poemas que vienen del frío, recitados por Julia Conejo Alonso




El pasado viernes Julia Conejo Alonso nos presentó su último libro de poemas, Para qué sirve el frío. Ya anteriormente había publicado Muñecas recortables, Premio Joaquín Benito de Lucas 2010, y Peces transparentes, Premio Alfons el Magnànim 2012.

Ya desde el título, Julia nos plantea lo que a primera vista aparenta ser una pregunta retórica para la que, como tal, no hay respuesta. Así parece reconocerlo ella misma en uno de los poemas. Sin embargo, es una pregunta que puede responderse, porque plantea un conflicto siempre actual: el existente entre el pragmatismo imperante y la estética. O lo que es lo mismo, el conflicto entre aquello cuya utilidad se mide en términos prácticos o de rendimiento económico y aquello cuya utilidad escapa a esos parámetros. Porque existe una utilidad de lo inútil, una utilidad distinta, que es la del frío, las lágrimas o la poesía. Y todo esto subyace en el poemario, especialmente en la última sección, donde las palabras se convierten en instrumento para un eficaz e irónico contraste entre estas dos visiones. 



Resuelto el dilema que propone el título, podemos preguntarnos ahora cuántos fríos hay. A lo largo del libro, descubrimos varios que quizá no agoten el catálogo: desde el más obvio, que es el frío exterior que miden los termómetros, hasta el más sutil, que es el frío interior. Están el frío nostálgico de la infancia, “algo salvaje e irrecuperable” y el frío de la entrada en la madurez, ese tiempo en que “es demasiado tarde / para casi todo”. El frío triste de la vejez y el frío de unos muertos que parecen no haberse enterado de que ya lo son y siguen impacientándose por preocupaciones cotidianas. El frío de la soledad individual y el de una sociedad empeñada en llamar progreso y bienestar a la deshumanización de las relaciones.



Pero no todo es frío en este poemario. También asoma el calor tibio de una mañana soleada de diciembre a sus páginas. Lo hace con algunos poemas que parecen una tregua al “zumbido / aterrador / de la rutina” en los que la alegría es posible, una alegría hecha de gestos cotidianos, como la textura de un bizcocho al morderlo o soñar que vierte leche siempre fresca y aromática de una jarra en un cuadro de Veermer. Pero sobre todo el calor procede de la voz delicada y melancólica que nos habla en los poemas. Un calor que a veces asciende con el uso de la ironía, bien para matizar la pesadumbre, bien para revelar en toda su lamentable ridiculez las paradojas de nuestro mundo.

Poemas que vienen del frío, pero dichos por una voz cálida: eso es lo que hoy vamos a encontrarnos.


Jacob Iglesias.





2 comentarios:

  1. Te doy la bienvenida como seguidora de mi blog. Compartimos el gusto por la poesía.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Compartamos los gustos por aquello que nos salva. Bienvenido también. Saludos.

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