Fernando del Val con Javier Lostalé, callejeando por la Rúa Oscura |
Dos mil trece, año grande para Javier Lostalé.
Renacimiento publicará antes de verano una antología de su obra, a cargo del
poeta José Cereijo: Azul relente. La
gran noticia vendrá hacia el otoño, cuando Pre-Textos prevé lanzar El pulso de las nubes, su nuevo libro.
En él, el lenguaje se radicaliza y vuelve más reflexivo que nunca. La sombra de
lo que podríamos denominar vejez, o de lo que el autor percibe como tal a la
vista de su dinamismo, asoma la garra por debajo de la puerta; una sombra
nacida por el efecto, al otro lado, de un sol devastador.
-En
El pulso de las nubes hay una mirada
interior que se podría confundir con la confesional. ¿Esta segunda,
incontenida, es una merma? ¿Cómo haces para sortearla?
-En las épocas de adolescencia y de primera juventud,
en que el amor es una cuestión sin límite, la poesía suele adoptar un tono
confesional, sí, que predomina, incluso, sobre los elementos formales. A medida
que la escritura avanza, la persona se va dando cuenta de que la poesía en la
vida es la vida que crean el poema y el lenguaje. Por eso se es poeta sólo en
los momentos en que se escribe. La realidad es el instante de la creación. Cada
vez creo más en la vida generada por el lenguaje.
-El poema no cuenta la vida, entonces; la crea.
-El poema crea la vida. Por eso decimos, ya parece un
tópico, que la salva. Tormenta
transparente contiene historias de amor que ya me habría gustado vivir
fuera de la escritura.
-… “Nunca fue más bello el engaño”...
-… nunca fue más bello el engaño… el arte es una mentira,
pero una mentira de gran belleza. La
verdad de las mentiras, dice Vargas Llosa. La ficción, en general -y la
poesía tiene mucho de ella, aunque hay quien opina lo contrario-, salva
convirtiendo la mentira en verdades individuales.
-¿Qué has descubierto de ti en El pulso de las nubes?
-Que me gustaría ser como lo que escribo. Me descubro
torpe en la vida.
-¿Qué papel juega el inconsciente?
-Siempre influye, pero, como decía Vicente Aleixandre,
debe estar atemperado por el rigor y la voluntad. La verdadera creación ha de
estar llena de consciencia.
-¿En la consciencia dominadora de El pulso de las nubes está presente Hondo es el resplandor, tu libro de mil novecientos noventa y ocho?
-La verdad, no veo ninguna relación. El libro al que lo
veo más unido, aunque no tiene que ver, es Tormenta
transparente…
-… en estilo y léxico, sin duda. Me refiero a que vuelves
a escoger un concepto, vertiéndolo en el título, para a continuación definirlo a
tu manera, poéticamente.
-En eso tienes razón. Pablo García Baena me dijo precisamente
que una de las cosas que le gustan del libro es la capacidad que hay en él de
exprimir los temas -el vértigo, la soledad,…- desde un punto de vista
radicalmente poético. Por eso, la repetición en el verso del concepto reflejado
en el título resulta adecuada a mi propósito.
-La soledad, en el libro, es más factor de serenidad
que causa de dolor. ¿Refleja tu obra, a medida que crece, una mayor aceptación
del mundo, una postura más consonante?
-Pues te diré que sobre todo donde está habiendo aceptación
es en el libro que estoy comenzando, Borrado
y celeste, del que, en estos momentos, tengo escritos tan sólo dos poemas. En
mí hay una dualidad: soy consciente de que la muerte no está lejos, pero
continúo sintiendo la vida como en las mejores épocas. ¡Ni siquiera he perdido
el deseo sexual!
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